jueves, 30 de noviembre de 2017

La maternidad es un cubo de Rubik.

 
Podía haber buscado un ejemplo más sencillo, pero es que en realidad, y muchas me comprenderéis, no lo es.
 
La maternidad como un cubo de Rubik. Con la simpleza de estar todo encajado en un cuadrado perfecto, como en este caso es la palabra maternidad y todo lo que engloba son esas piezas de colores, lleno de retos, de estrategias, de comederos de cabeza, aciertos y fallos.
 
Nadie dijo que fuese fácil, cierto. Pero quizás somos más conscientes de los momentos felices de la maternidad antes de serlo, que de los momentos duros, que los hay, juro que los hay.
 
Compensa todo, absolutamente todo, al menos desde mi punto de vista personal.
Pero no es malo reconocer que la situación muchas veces puede sobrepasarnos.
 
Cuando tuve la primera niña, fue mucho más fácil que tener el segundo.
Con la primera me amoldaba a sus horarios, ella comía, yo comía, ella dormía, yo aprovechaba y descansaba. Ella marcaba mi ritmo, y aunque al final todo empieza siendo un poco caótico y sin horarios, al final haces la rutina tuya cuando ya tiene cierta edad. En mi caso, me costó tres añitos establecer la dichosa rutina, con el comienzo del cole.
 
El cansancio te puede, es cierto, descubres que tienes una paciencia infinita, que tu mente se llena de cosas y puedes recordarlas todas, y si no que tu nevera se llena de notas que solo entiendes tú. Estiras el día tanto que parece mentira que sólo tenga veinticuatro horas.
 
Pero cuando llega el segundo...es una prueba de fuego,es aun más difícil.
 
Ya no puedes comer cuando el come, por que hay otra que tiene sus rutinas, ya no puedes dormir cuando el duerme, por que tienes a tu hija mayor esperando que juegues con ella.
 
Tienes que dividir la hora del baño en dos, ajustar los minutos mañaneros para vestir a dos, recordar todo lo que cada uno independientemente tiene que llevar al cole, tareas, extraescolares, tienes que leer cuentos por dos, ser arbitro en las peleas, justo la noche que el que peor duerme , duerme del tirón, el otro se levanta con tos...y así sucesivamente.
 
Si tener un hijo es una montaña rusa, tener dos, es el nivel superior de todas las montañas rusas.
 
Reconozco que para mi no ha sido fácil, y volvemos ahora a ir poco a poco asentándonos con las rutinas, pero si miro atrás, son seis años que ha sido todo un poco caos, maravilloso, por supuesto, pero caos del todo, un cubo de rubik vaya.
 
Es normal que como personas que somos, haya días que estemos agotadas física y mentalmente, con ganas de llorar, enfadadas, irascibles. Quien diga que nunca le ha pasado, miente.
 
Nos sentimos así a veces, al menos yo, y luego incluso culpables de sentirnos así y que los pequeños puedan notarlo, a fin de cuentas ellos son niños, y no entienden que nos pasa, solo nos necesitan y punto. No hay más.
 
Y no hay necesidad más maravillosa.
 
Cuando tengo un día de agotamiento mental, nada como una sonrisa de mi pequeño o una anécdota de mi mayor, y mis pilas vuelven a recargarse.
 
En fin, que si nadie os lo dijo, no es fácil, es complicado, agotador, caótico, pero a la vez es la experiencia más enriquecedora de la vida.
 
Por cierto, os admiro a aquellas que tenéis más de dos hijos, ¡para super héroinas vosotras!
 
Mil besos!

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